En este otoño tan prometedor nos propusimos relevar uno de los ámbitos al sur de la provincia de Buenos Aires que augura muy buena calidad de pejerreyes. Para esto aseguramos la pesca vía contacto telefónico con Pablo El Colo Bugnicourt, quien presta su servicio de guía en laguna Manantiales. Fue él mismo quien en años anteriores me propuso visitar este espejo, encuentro que nunca pudimos concretar, pero este año no podíamos dejarlo afuera. Charla cerrada. Así fue que junto a Gustavo Gregorini y Duilio Kroling pusimos rumbo hacia la localidad de Coronel Dorrego, a unos 600 km de la Capital Federal.
Previa noche al día de pesca, nos alojamos en Tres Arroyos, en la casa de nuestro amigo Pipo –de Mundo Mojarras–, quien nos hizo la invitación junto a su familia y nos agasajó con un buen asado campero. A las 6 de la mañana del día siguiente nuestro anfitrión ya nos tenía preparadas las porciones de mojarras y los filetes de dientudo, bien prolijos y en bandejitas. Mate de por medio, recorrimos los últimos 90 km que nos separaban de la laguna. Allí nos encontraríamos con Luciano y El Colo.
Los equipos
Utilizamos cañas telescópicas de 4,20 m, reeles cargados con multifilamento, aparejos de tres boyas en distintas gamas de colores y modelos (predominaron las combinadas en verde y negro, blanco y verde, y naranja con verde). Lo importante es que la línea garetee para ganar mayor distancia desde la embarcación, ya que los piques en su mayoría se dan lejos. En cuanto a las brazoladas, fueron variando entre los 60 y 80 cm de profundidad, armadas con anzuelos N° 1/0. Como carnada: mojarras vivas grandes y filetes de dientudo, en algunos casos teñidos en color rojo, verde o amarillo. Para la modalidad de pesca de costa podemos sumarle algún equipo de fondo, con la idea de ganar distancia en los lances. En ese caso, los reeles deberán estar cargados con nailon o multifilamento, y las líneas ser tipo bait clip de uno o dos anzuelos Nº 1/0 con plomos acorde a la caña.
A las 8 Pablo y Luciano ya nos estaban esperando con la embarcación lista en el pequeño muelle flotante. Allí cargamos nuestros equipos de pesca y navegamos unos 400 m desde la costa laguna adentro. En el lugar elegido por El Colo –único guía del lugar– anclamos de espalda al viento, que predominaba del sector Norte con una suave brisa, aunque cambiaría cerca del mediodía, ya que se pronosticaban ráfagas de ente los 50 y 60 km/h.
Cuando terminamos de armar nuestros equipos de pesca, realizamos buenos encarnes con mojarras vivas grandes, ideales para este ámbito. Tienen que ser bien voluminosos y tentadores para clasificar los piques y, por ende, a los pejes más grandes, ya que de esa forma los chicos no pican. Ni bien los aparejos tocaron agua, los ataques se dieron de inmediato, con flechas de plata muy activos que iban de los 25 a 35 cm, y que tomaban con total voracidad nuestros engaños. Es muchísima la superpoblación de pejerreyes del lugar, y más de una vez lográbamos hasta dobletes y tripletes, sinónimo de abundancia.
Piques sigilosos
A medida que la intensidad del viento aumentaba y la laguna se oxigenaba más, los piques crecían, pero, si nos apresurábamos a concretarlos, perdíamos la pieza. “Hay que dejar que coman bien y no apresurarnos a clavar" –nos comentaba El Colo–. La clave está en la paciencia, aguantar la llevada y dejar la adrenalina de lado, porque por momentos el pez hace una suave arrastrada de la boya y, de repente, el pique se planta pareciendo que largó el cebo. Y es todo lo contrario: deja la boya quieta y es ahí cuando más lo tenemos que esperar, porque de un momento a otro arranca a fondo para un costado, momento de concretarlo”.
El viento se empezó a notar con mayor intensidad, cosa que lo teníamos previsto, así que nos movimos de lugar buscando un poco de reparo sobre la costa frente al muelle. Anclamos a unos 300 m aproximadamente con la laguna súper oxigenada. El panorama era otro. Rápidamente, los aparejos al agua. Parecía que los matungos nos estaban esperando.
El Colo nos cantó que prestáramos mucha atención a los piques sigilosos, porque del otro lado de la línea, en cualquier momento aparecerían los matungos. El peje va y viene en el ámbito, y más los de talla grande. Era nuestra oportunidad para dar con ellos.
Las capturas se sucedieron una tras otra, pero la línea de Duilio Mandy Kroling marcó el primer matungo importante de la jornada, que midió 50 cm y pesó un kilogramo. En simultáneo, Gustavo y Pablo clavaron otros ejemplares de las mismas características. La adrenalina en la embarcación nos superó, porque fueron piezas obtenidas una tras otra, con el pique afirmado por completo. Entre esos matungos concretábamos también piezas desde los 30 a los 55 cm muy activas.
La clave estuvo en esperar la pasada de estos sigilosos pejerreyes, teniendo en cuenta los tips ya indicados: carnada grande y dejar libre la línea, o sea, trabajarla con el pick up del reel abierto para que el peje no encuentre resistencia del otro lado del aparejo y que las brazoladas de las líneas no se levanten. Todos datos clave y a tener en cuenta para no fracasar.
La jornada iba concluyendo, bastaron cuatro horas de pesca para testear este magnífico ámbito donde la población de pejerreyes abunda. Basta recordar que Manantiales fue uno de los espejos que soportó las altas temperaturas y la sequía por falta de lluvias en la zona. Si bien su cubeta de 250 hectáreas y una profundidad máxima de 2,50 m, no está en su nivel habitual, cuenta con agua de vertiente propia y la ayuda de las últimas lluvias, por lo que se viene recuperando.